EL INTERVENCIONISMO NORTEAMERICANO EN AMÉRICA LATINA
Por Laura Rodríguez
Durante el Siglo XX Estados Unidos,
amparándose en la Doctrina Monroe, con el pretexto de la seguridad
mundial y por el bien “del propio pueblo latinoamericano” ha
usado dos mecanismos fundamentales para controlar a América Latina,
uno es la violencia, respaldando a muchos dictadores brutales, como en
el 2002, cuando en su "promoción de la democracia",
respaldaron un golpe militar para sacar del poder al gobierno electo
de Venezuela, pero tuvieron que dejar de insistir porque hubo varias
protestas en rechazo a estas medidas, no solo en este país, sino
también en toda América Latina, donde ya se toma la democracia de
una manera más seria que en Estados Unidos y Europa. El otro
mecanismo de control es la Estrangulación Económica.
Aunque en las décadas de la Guerra
Fría el factor ideológico era de temer, considero que detrás de
cada una de las intervenciones norteamericanas en América Latina se
hallaba un interés económico; es que, a pesar de que hace más de
veinte años que el socialismo desapareció como una amenaza para la
seguridad del continente, y que la Guerra Fría terminó, esta
aparece constantemente en la política exterior norteamericana, que
así justifica la energía que pone en la seguridad de las relaciones
interamericanas como si esta fuese patrimonio común entre EEUU y
Latinoamérica, presentando a esta última no como objeto de su
propia seguridad sino como objeto de la seguridad norteamericana,
y para poder hacerlo desarrollaron el concepto de un sistema
panamericano, dirigido desde Washington y con los países
latinoamericanos como sus protegidos e implantaron un sistema de
arbitraje obligatorio donde los EEUU serían jueces y árbitros en
Latinoamérica y cuyo principal objetivo era estimular a los países
latinoamericanos a buscar el liderazgo económico y político
estadounidense, por eso han intervenido ante los diferentes peligros
que surgen y que ponen en peligro sus intereses. Una cita expresa que
los Estados Unidos como nación, constituyen un pueblo mitológico
creado mitad de sueño y mitad de calumnia, que ha vivido , y vive
aún en una tierra y en un tiempo legendario. La tradición política
liberal, el puritarismo evangelista religioso, el sentimiento
patriotero, la ideología industrial norteña, el nativismo
algodonero sureño, el individualismo de la propiedad privada, la
expansión territorial no han dejado de alimentar la idealización de
una identidad que hace suya una vocación misionera, un papel
mesiánico, la predestinación imperial. El economista egipcio Samir
Amin expresó : “Estados Unidos extendió la misión que Dios le
otorgó (el Destino Manifiesto), para abarcar el mundo entero”, con
lo cual han llegado a considerarse el pueblo elegido. Y, aunque esa
convicción es propia de la clase dominante de ese país,
identificado con una burguesía monopólica y la oligarquía
financiera, su legitimación cultural es la que la ha hecho creíble
a escala masiva. Y no solo entre los propios norteamericanos, también
entre numerosos dirigentes latinoamericanos y de una parte importante
de los ciudadanos del sur del Río Grande, sobre todo entre los
integrantes de las clases altas y media. Los medios de difusión, el
arte y la cultura de Estados Unidos (e inclusive de muchos otros
países) han contribuído no solo a difundir los bienes de consumo
que simbolizan a esa sociedad, sino también el modelo de democracia
que se supone es universal. Pero si bien, según el enfoque
norteamericano, los procesos electorales son expresión de la
democracia, solo lo son en aquellos casos en los cuales se reproduce
el esquema valido para Estados Unidos. Si no se lleva a cabo a su
imagén y semejanza, entonces los mecanismos democráticos no son
reales o son incompletos, y, fuera de ese patrón no existe la
democracia, entonces Estados Unidos “debe” intervenir. Por eso en
1946, en Panamá se creó la famosa Escuela de la Américas (SOA en
inglés), actualmente rebautizada como Instituto de Cooperación y
Seguridad del Hemisferio Occidental (WHINSEC), con el objetivo de
entrenar soldados latinoamericanos en técnicas de Guerra y
contrainsurgencia, por cuyas aulas pasaron más de 64 mil alumnos,
muchos de los cuáles resultaron ser destacados violadores de los
derechos humanos en sus propios países. Roy Bourgeois (activista y
sacerdote norteamericano, fundador de la materia de DDHH del grupo
SOA) expresó: “La Escuela de las Américas es bien conocida en
América Latina como una escuela de asesinos, torturadores y
golpistas, y es el símbolo de la política exterior de EEUU, cuyo
papel es siempre el mismo: proteger sus intereses económicos y
apropiarse de los recursos naturales de los países latinoamericanos.
La mayoría de los dictadores
latinoamericanos de la segunda mitad del Siglo XX, pasaron por la
Escuela de las Américas. Hugo Banzer en Bolivia, Augusto Pinochet en
Chile, Anastasio somoza en Nicaragua, toda la Junta Militar
Argentina, entre otros.
Noam Chomsky afirma lo siguiente: “Los
primeros beneficiarios de los recursos del país (atacado), tanto
humanos como materiales, deben ser los llamados intereses
norteamericanos. Y si el pueblo del país piensa que el primer
beneficiario debe ser el pueblo de ese país, entonces se los tacha
de comunistas, y hay que hacer algo con ellos. Se puede hacer un
montón de cosas, pero si ninguna de ellas funciona, entonces los
matas”.
Estados Unidos proclama constantemente
un discurso antiterrorista, pero paralelamente continúa creando
terroristas, asesinos y torturadores en la Escuela de las Américas.
Durante el período 2001-2011, la SOA ha entrenado casi 14 mil
hombres, entre militares y policías. Se destacan Colombia, Chile y
Perú como los países que más soldados han enviado. Mientras tanto,
cinco países latinoamericanos (Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay
y Venezuela) Cortaron sus vínculos con la Escuela de las Américas.
Históricamente,
EEUU ha impuesto y ha dado apoyo a dictadores latinoamericanos, con
el fin de poderse aprovechar de sus recursos naturales, apoderarse de
sus mercados y mantener en la miseria a sus pueblos. En su
costumbre de invadir a otros países independientes, ejerciendo
impunemente su función de policías del mundo, excusándose en la
seguridad del continente fue El arte de mentir les es constitutivo,
sobre todo en América Latina, donde, con la excepción tal vez de
las dictaduras de Castro y de Pinochet (inspiradas en una concepción
ideológica no democrática reivindicada como fuente de legitimidad),
todos los tiranuelos y dictadorzuelos que han estado presentes en
América Latina, no basaban su poder en creencia, filosofía o idea
alguna, sólo en el apetito crudo de llegar al poder y perpetuarse en
él para aprovecharlo hasta el hartazgo. Es natural que en las bocas
de estos hombres fuertes y generalísimos, padres de la patria,
benefactores, caudillos, etc. y en el de los letrados, polígrafos a
su servicio, el vocabulario político se prostituyera sin remedio y
palabras como "legalidad", "libertad",
"democracia", "derecho", "orden",
"equidad", "igualdad", adoptaran, una
personalidad que era falsa, no eran ellos sino lo que querían que la
gente conociera de ellos y lo demás estaba escondido, aunque
finalmente salía a la luz.
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