viernes, 22 de marzo de 2013

Los intensos años 60



Por su movida cultural y política, la década del 60 es cada vez más revisitada. A los estudios sobre el Instituto Di Tella se suma ahora el relanzamiento de uno de sus símbolos: la mítica revista La Rosa Blindada.

NESTOR KOHAN

Como si se intentara eludir el hastío de este fin de siglo, hay un retorno a los 60. La infinidad de trabajos sobre el Instituto Di Tella, la reimpresión de las obras de Rodolfo Walsh son sólo algunos ejemplos. El relanzamiento de una de las míticas revistas de entonces, La Rosa Blindada, demuestra que la revisión de los años 60 es una tendencia que recién comienza. Los sesenta fueron definidos como la década de la minifalda y la revolución sexual, del hippismo, de Los Beatles. En la Argentina nació el rock nacional. Pero no todo fue sexo, droga y rock and roll. La guerra de Vietnam, Argelia y la Revolución Cubana incendiaron la pradera. El mundo casi estalla en la crisis de los misiles en Cuba, mientras las guerrillas latinoamericanas y los estudiantes de París, Berlín, Roma, Tokio, México y Berkeley intentaban tomar el cielo por asalto. Dentro de la Iglesia surgieron corrientes contestatarias y, en Estados Unidos, los Panteras Negras dieron un tono radical a la lucha por los derechos de los negros en contra del racismo blanco. Fue la época del boom de la novela latinoamericana, la teoría de la dependencia, la defensa de los condenados de la tierra de Franz Fanon y la pedagogía del oprimido de Paulo Freire. El terremoto sólo fue comparable con el de los años 20. Un auténtico cataclismo sociocultural permitió pedir lo imposible. La Argentina no quedó al margen de la conmoción. Tras la caída de Frondizi, el periodista amigo del Che Jorge Ricardo Masetti organizó una fallida insurgencia en Salta. En 1964, la CGT impulsó la toma masiva de fábricas, con el peronismo aún proscripto. Entonces la Cuba de Fidel Castro y de Guevara irradiaba su ardiente mensaje. Después de 1966, el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía inauguró la guerra santa contra hoteles alojamiento, hippies y happenings, y los bastones largos castigaron a la universidad. En el Cordobazo, la protesta popular alcanzó el punto más alto de toda la década. La modernización cultural acompañaba la revuelta política. La editorial EUDEBA, dirigida por Boris Spivakow, llevó el libro al quiosco a precios irrisorios, vendiendo entre 1959 y 1966 diez millones de ejemplares. La carrera de Sociología pasó de 67 alumnos a 11.500 en pocos años. Son los años en que aparece Literatura argentina y realidad política, de David Viñas, y surge en la Asociación Psicoanalítica una generación rupturista agrupada en Plataforma Internacional. En el periodismo, Primera Plana cambia las reglas y en el arte el Instituto Di Tella nuclea a las vanguardias. Jóvenes del Di Tella organizan Tucumán Arde, acercándose a la CGT de los Argentinos de Tosco y Ongaro. De ese herético, iconoclasta e irreverente universo sesentista, surgió la que fue su revista y su editorial más emblemática: La Rosa Blindada. A pesar de haberse convertido en el símbolo de aquellos años, sus ejemplares son casi inhallables. Hoy la revista vuelve a reeditarse con formato libro bajo el mismo sello editorial de La Rosa Blindada. En la extensa selección de sus mejores artículos la reedición incluye a Raúl González Tuñón, Juan Gelman, León Rozitchner, Ernesto Che Guevara, Ho Chi Minh, Carlos Brocato, Oscar Terán, Carlos Olmedo, John William Cooke, Domingo Onofrio, Carlos Gorriarena, Julio Huasi, Antonio Caparrós y Marcelo Ravoni.Presenta la revista José Luis Mangieri, quien fuera su director y fundador en el primer período, y contiene además un estudio crítico que enumera la larga lista de libros y discos publicados por el sello. Nosotros siempre pensamos -se apresura a aclarar Mangieri- una editorial como un emprendimiento cultural y no como una empresa que fabrica libros descartables, al estilo de los envases.Los nombres de La RosaLa Rosa Blindada, así bautizada por el libro de poemas de Raúl González Tuñón (1936) en homenaje a la insurrección de Asturias durante la Guerra Civil Española, fue originariamente una editorial. Publicaba entonces paquetes de cuatro libros de poesía, narrativa o teatro de autores jóvenes no consagrados. Tiraba 4.000 ejemplares. Luego, con la dirección honoraria de Tuñón y efectiva de Brocato y Mangieri, surgió también como revista. De ésta se publicaron en total nueve números (desde octubre de 1964 hasta setiembre de 1966, con una tirada de 10.000 ejemplares hasta el cuarto número, bajando luego a 5.000). La revista fue cerrada tras el golpe de Onganía pero continuó luego bajo la dirección de Mangieri -ya sin Brocato- sólo como editorial. En total, llegó a publicar casi 300 títulos. Desde su inicio la revista agrupó a lo más granado de la intelectualidad local y también a recién iniciados que fueron después figuras descollantes. Entre los integrantes del staff se encontraban el poeta Juan Gelman, el escritor Andrés Rivera, el pintor Carlos Gorriarena, las actrices Norma Aleandro y Cristina Banegas, los cineastas Fernando Pino Solanas, Octavio Getino y Nemesio Juárez, el dramaturgo Roberto Cossa, el titiritero Javier Villafañe, la escritora Estela Canto, el músico Juan Carlos Cedrón, los filósofos Oscar Terán y Carlos Olmedo, el historiador León Pomer, el escritor Carlos Brocato y el poeta José Luis Mangieri. De las muchas revistas sesentistas, sólo una es parangonable con La Rosa Blindada: Pasado y Presente, impulsada por José Aricó y Juan Carlos Portantiero. Pero La Rosa Blindada fue la única que agrupó no sólo a teóricos y escritores sino también a pintores, poetas, actores y directores de cine. Si Pasado y Presente respondía a una ideología gramsciana, La Rosa -como la llamaban sus lectores- intentó conjugar la estética de Galvano Della Volpe y la tradición poética de González Tuñón, junto con la filosofía del italiano Gramsci y del joven Marx. Pero su universo incluía también al Che Guevara y Ho Chi Minh, es decir, Cuba y Vietnam. Un cóctel cultural explosivo, en más de un sentido. Sin embargo, Mangieri y La Rosa Blindada -como editorial- mantuvieron con el grupo de Aricó un permanente intercambio de títulos. Como prueba queda el ya mítico Lucha de calles, lucha de clases (un estudio colectivo de sociólogos sobre el Cordobazo y el viborazo utilizado hasta en las escuelas de la Policía y el Ejército argentinos) que iba a ser publicado por Pasado y Presente y fue finalmente editado por La Rosa Blindada. La revista era no sólo irreverente con la cultura oficial. También resultaba revulsiva para la izquierda tradicional de la cual provenían sus jóvenes integrantes. Cuando apareció el primer número, el Partido Comunista no sólo expulsó a Gelman, Mangieri y Brocato sino que estuvo a punto de sancionar al poeta Raúl González Tuñón, como tardíamente reconoció el dirigente Fernando Nadra (La religión de los ateos, 1989). González Tuñón, a contramano de disciplinas partidarias, asumió el padrinazgo de los jóvenes poetas y escritores de La Rosa Blindada. Juan Gelman recuerda: A Raúl (González Tuñón) lo queríamos mucho. El prologó mi primer libro. Nos contaba de sus andanzas en las épocas de la bohemia, de sus aventuras, nos divertíamos mucho con aquellas anécdotas de su vida de trotamundos....Mangieri va más lejos en su explicación: Tuñón con nosotros siempre fue muy amplio, nos protegió. El tenía muy mala relación con Victorio Codovilla. Por eso, como un reconocimiento, quisimos que fuera nuestro director de honor, hacerle un homenaje a él, que nos ayudó siempre. El homenaje a Tuñón aparece en el cuarto número, donde además se reproduce el poema Las brigadas de choque, por el cual el poeta había estado preso en 1933. El desplazamiento de la revista asumió desde ese número un ritmo vertiginoso. Si al comienzo estuvo marcada por los escritos estéticos de Della Volpe, Luis Cardoza y Aragón y Pablo Picasso, en el último número la problemática de Cuba y Vietnam serán el eje. Esa tendencia hacia la politización atravesó toda la cultura crítica de los años sesenta. Entre uno y otro polo, entre la estética y la política, quedarán algunos de los principales debates teórico-culturales de la década. Entre ellos merecen citarse el mencionado homenaje a González Tuñón, redactado en abierta polémica con Héctor P. Agosti (el padrino intelectual de Portantiero y Aricó y primer difusor de Gramsci en la Argentina); el cuestionamiento demoledor de Oscar Terán a Roger Garaudy (filósofo oficial del comunismo francés); la crítica de Terán y Olmedo -con seudónimos- al libro de Juan José Sebreli Eva Perón: ¿aventurera o militante? (1966), y finalmente, el debate político-filosófico entre John William Cooke y León Rozitchner sobre Marx, el peronismo y el socialismo. Los pintores y artistas de La Rosa Blindada se ocupaban de la sección portada escrita y de las tapas. La mayoría pertenecía al arte figurativo, aunque no aceptaban la doctrina estética oficial de la izquierda tradicional.En cuanto al realismo socialista -dice Carlos Gorriarena-, yo creo que ni Castagnino ni Spilimbergo le dieron bolilla a eso, quizás algún pintor de segundo orden, pero los grandes no. Aun así, no me arrepiento de no haber formado parte del Di Tella, pero la motivación no venía por el lado del realismo socialista. La defensa filosófica que en la revista aparece de esa corriente estética probablemente provenía de Carlos Brocato, pero para los pintores no era lo más importante.La referencia crítica al Di Tella que aparece en el testimonio de Gorriarena ya estaba en su artículo Tres pintores, tres tendencias: Premio Internacional Di Tella 1964, aparecido en el tercer número. Allí arremetía contra el neodadaísmo domesticado y los deslices cuasi publicitarios de quienes ganaron el premio Di Tella de aquel año. Sin embargo, y acompañando el giro procubano y provietnamita que adopta la publicación, en su último número aparece una reseña de la muestra Salón homenaje al Vietnam. La muestra en homenaje a Vietnam -explica Gorriarena- la organizamos León Ferrari y yo. En la muestra participó muchísima gente, de las vanguardias del Di Tella y otra que no pertenecía al Instituto. Estaba todo el país, nos encontramos pintores de todas las tendencias. Recorriendo la lista de adherentes a ese homenaje aparecen también Ricardo Carpani, Carlos Alonso, Juan Carlos Castagnino, León Ferrari, Renata Schussheim, Quino, Roberto Jacoby y hasta Marta Minujin. La convocatoria, suscripta por todos ellos, expresa: Este es nuestro homenaje a Vietnam y a Santo Domingo, a los campesinos, a los guerrilleros y a todos los pueblos que luchan contra quienes los oprimen en nombre de la Civilización Occidental. La historia de la editorial no fue muy distinta de la de la revista. Comenzó publicando libros de poesías (Gotán, de Gelman; La calle del agujero en la media, de Tuñón; La sonrisa del tiempo, de Brocato) y de estética (Breviario de estética teatral, de Bertolt Brecht; La vanguardia y la poética del realismo, de Paolo Chiarini) y terminó editando toda la literatura de Ho Chi Minh y la insurgencia vietnamita, las obras escogidas de Mao Tse-tung, el Che Guevara, Regis Debray y a los autores clásicos del marxismo (desde Marx, Lenin y Rosa Luxemburgo hasta Gramsci, Lukacs e Isaac Deutscher). La radicalización envolvió también la vida de varios miembros del staff. Carlos Olmedo, joven filósofo y lingüista, murió en 1971, en un enfrentamiento en la empresa Fiat-Córdoba. A Emilio Jáuregui (que preparó algunos de los libros publicados por la editorial), la policía lo baleó por la espalda en una manifestación. Una de las colecciones de ensayos de La Rosa Blindada será bautizada con su nombre. La época del multimedia estaba aún muy lejos. A pesar de ello, La Rosa Blindada editó más de treinta discos (con poemas de Neruda, Gelman, Guillén, Maiacovsky, Mistral, algunos recitados por Héctor Alterio; o con tangos del Tata Cedrón y poemas lunfardos de Carlos de la Púa). Produjeron, además, un cortometraje sobre un poema de Mangieri, dirigido por Nemesio Juárez y protagonizado por Héctor Alterio.Si el golpe de 1966 había frustrado la continuidad de la revista, el de 1976 frustrará la continuidad de la editorial. En esos años, los libros de La Rosa y la revista soportarán una prohibición terminante. La cultura, la política y la principal publicación de la década del 60 quedarán entonces enterradas bajo la retórica oficial de la dictadura militar. Tuvieron que pasar más de treinta años para que sea posible revisitar y discutir aquella década.



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