viernes, 22 de marzo de 2013

La intervención estadounidense en favor de las dictaduras latinoamericanas



Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron muy convulsionados en el mundo entero. Durante ese período se registraron cambios y movimientos revolucionarios en distintas dimensiones: política, en el arte, en la cultura, en las relaciones internacionales, etcétera. Estos movimientos tenían en común su rebeldía frente al autoritarismo y al poder (político, económico, social), cuestionanando lo establecido.

En América Latina, estos movimientos tenían en común su postura “antiimperialista”, su oposición al poder que los Estados Unidos ejercían sobre la región. Muchos de estos movimientos planteaban un cambio radical del sistema socio-económico, porque el capitalismo dependiente que caracterizaba a la mayoría de los países latinoamericanos había demostrado ser fuente de desigualdades económicas, injusticias sociales y escaso y desigual desarrollo productivo. En oposición, el socialismo aparecía como un modelo justo, equitativo, atento a las dignidades humanas.

La Revolución Cubana constituyó un gran impulso para estos movimientos. En la isla, tras algunos años de guerrilla rural liderada por Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, entre otros, habían logrado derrotar al ejército de la dictadura de Batista, tomar el poder declarando el carácter socialista de la revolución, y todo esto a escasos kilómetros del imperio. Cuba se convertiría en el espejo en la que los revolucionarios latinoamericanos querían mirarse, porque veían en el socialismo un orden social justo, anhelado y, a partir de la revolución cubana , posible en el continente.

 
 


En el resto de Latinoamérica los golpes de Estado y las prácticas autoritarias y represivas de las clases dominantes confirmaban que no estaban dispuestas a ceder sus privilegios económicos y políticos motivo por el cual la lucha armada se constituyó siguiendo el ejemplo cubano, como un camino viable y necesario para la toma del poder sino.

Durante este proceso existió una profunda división en el seno de la Iglesia Católica y sus seguidores destacándose la ubicación ideológica de las cúpulas eclesiásticas, su alineamiento y el aval otorgado por las mismas a los regímenes militares en la lucha contra el comunismo, así como el compromiso hacia las necesidades del pueblo expresados por el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo y la Teología de la Liberación, ubicados en el polo opuesto del espectro político.

Luego del Concilio Vaticano II , realizado a principios de la década del 60 , un pequeño grupo de obispos difundieron un documento denominado "Manifiesto de los Obispos del Tercer Mundo " , que tuvo gran influencia en Latinoamérica y que era era una interpretación de la encíclica "Populorum Progressio" , que ubicaba al socialismo como el sistema político mas próximo a la moral y considerando que la revolución era un medio apto para promover el Bien Común , tal como lo entendió el sacerdote colombiano Camilo Torres ,quien pasó a la lucha clandestina en la espesura sudamericana . Todos estos conceptos dieron lugar a la llamada "Teología de la Liberación "

A fines de 1967, monseñor Alberto Devoto , obispo de Goya quien recibió, el Mensaje de los Obispos se lo envió al padre Miguel Ramondetti (proximo al Partido Comunista) quien realizó una masiva distribución del documento entre el clero regular y obtuvo algunas adhesiones a las ideas allí se desarrollaban conformándose así el "Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo " que adhería y profundizaba el mensaje, promocionado por unos pocos sacerdotes y seminaristas (algunos de los cuales estuvieron íntimamente ligados con el accionar revolucionario posterior) quienes proponían la alineación con el socialismo de Latinoamericana a través de un proceso revolucionario armado.


Durante la década del '60 surgieron en Latinoamérica sistemas autoritarios que poseen elementos comunes a pesar de la diversidad de realidades de los países del continente.

Estos sistemas consolidaron la militarización de la sociedad y la política, y se dieron en el marco de la reacción impulsada por Estados Unidos de Norteamérica ante la Guerra Fría y la Revolución Cubana, implementando lo que se denominó la “Doctrina de la Seguridad Nacional”. Esta doctrina postulaba que las democracias occidentales no solo estaban amenazadas por un enemigo externo, el bloque socialista soviético, sino también por uno interno, representado por todos los partidos y organizaciones de izquierda.

Frente a esta amenaza ya no resultaban eficaces las tácticas y estrategias de la guerra convencional , fueron necesarios nuevos métodos de contrainsurgencia (lucha antiguerrillera, infiltración, técnicas de interrogatorio), métodos gestados en los Estados Unidos y utilizados por la mayor parte de los ejércitos latinoamericanos.



En 1962, el presidente John F. Kennedy lanzó la Alianza para el Progreso, plan que intentó ofrecer resistencia al avance del “comunismo” por medio de inversiones y desarrollo económico en los los países latinoamericanos. Consideraban que tenían la “misión” de ayudar a proveer seguridad a las naciones en desarrollo que “genuinamente necesitan y piden nuestra ayuda porque para una sociedad que se está modernizando, seguridad significa desarrollo y sin desarrollo, no puede haber seguridad....” como lo sostenía el secretario de Defensa de Kennedy, Robert Mc Namara. El objetivo de este plan era evitar que América Latina siguiera el ejemplo de la Revolución Cubana por medio de ayuda económica y social a la región. El plan prometía mejorar las condiciones sanitarias, ampliar el acceso a la educación y a la vivienda, controlar la inflación e incrementar la productividad agrícola mediante la reforma agraria. De llevarse a cabo este plan, los países recibirían un aporte económico desde los EEUU.

Durante el gobierno del sucesor de Kennedy, Lyndon Johnson,se desarrollaron los planes de intervención en los países latinoamericanos, a través de los militares preparados para la “lucha anticomunista” en la Escuela de las Américas en Panamá, imponiéndose en la región regímenes militares adictos quienes, agitaban el fantasma del comunismo. Los ejércitos de América de Sur debían expandir su rol interno, su misión era la de salvaguardar la nación, lo que las llevaría a asumir el control del Estado para asegurar la unidad de la Nación y el cumplimiento de su destino de gran país.

La Doctrina de Seguridad Nacional tiene dos vertientes, una de origen norteamericano y la otra de origen francés con la experiencia tras las derrotas en las guerras de independencia de Indochina y Argelia, que modificó profundamente las tácticas militares y la ideología del Ejército. A partir de tales experiencias, los oficiales franceses desarrollaron técnicas de combate contra la guerra de guerrillas de los grupos rebeldes, que fueron enseñadas posteriormente a los militares argentinos. Esta enseñanza incluía importantes elementos de carácter doctrinario, como la idea de la guerra global contra el comunismo, la noción de enemigo interno, y la convicción de que sus acciones, incluido el uso de tortura como técnica de obtención de información, estaban justificadas por la búsqueda del bien mayor de la nación. Esta ideología influyó profundamente en el Ejército argentino.

Empleando esta doctrina los Estados Unidos consiguen unificar el accionar de las distintas dictaduras latinoamericanas. Para implementar la doctrina, los Estados Unidos instalaron la Escuela de las Américas en Panamá, con la idea de impulsar el equilibrio político en América Latina . Durante años, técnicas de interrogatorios mediante torturas fueron enseñadas a militares sudamericanos, quienes eran los encargados de efectuar el trabajo sucio de contra insurrección.

La Doctrina de la Seguridad Nacional, fue el sostén ideológico de las dictaduras militares en América Latina e ideada por el gobierno de Estados Unidos como forma de ejercer un contrapeso político en la región en el marco de la Guerra Fría, transmitida desde de la polémica Escuelas de las Américas, que instruyó a militares latinoamericanos en técnicas de contrainsurgencia y violaciones a los derechos humanos. Los gobiernos estadounidenses temían que la revolución cubana significara una expansión del comunismo en América Latina, y que el continente girara hacia la órbita soviética. Por eso, esta doctrina predicaba que la proliferación de la ideología socialista en los países latinoamericanos constituía una amenaza para la seguridad nacional de estas naciones, por eso era necesario una contraofensiva política y militar. Así se creó la Escuela de las Américas, que se encargó de instruir a militares y policías de América Latina en técnicas contrainsurgentes, otorgándoles a las fuerzas armadas de los países latinoamericanos un rol principal en la lucha contra el comunismo.

La Doctrina de Seguridad Nacional que considera a los propios ciudadanos de un país como posibles amenazas a la seguridad fue un producto del pensamiento de la Guerra Fría e ideada por los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos y divulgada mediante el entrenamiento de los distintos ejércitos latinoamericanos, llega a formar una parte importante de la ideología de las fuerzas armadas en América Latina, extendiendo su papel de defensores de las fronteras nacionales con la defensa contra el propio pueblo. La doctrina propaga una visión amplia del enemigo: no sólo se consideran terroristas insurgentes a las personas con armas, sino también a las personas que propagan ideas en contra del concepto de la sociedad nacional que tiene el gobierno, quienes, además, son considerados subversivos, traidores a la patria y por consiguiente no se los ve como sujetos de derecho sino como seres viles o fuentes de maldad. Por esto la doctrina justifica utilizar los métodos más atroces para tratar y eliminar al enemigo.

El gobierno estadounidense tenía la convicción de que el bloque comunista tenía como principal objetivo el convertirse en la única potencia mundial y reorganizar la sociedad mediante la expansión del comunismo soviético y sobre esta base se extendió el temor de que surgieran en los países 'subdesarrollados', especialmente en América Latina, focos de resistencia comunista. Los EE.UU. tenían sus intereses latinoamericanos bien protegidos por los gobiernos dictatoriales que habían instalado en épocas anteriores. Pero con la influencia de la revolución cubana de 1959 y el creciente pensamiento comunista o socialista entre los jóvenes latinoamericanos, por primera vez surgía la idea de que el pueblo del propio país podía constituir una amenaza a la seguridad nacional.

La intervención norteamericana incluyó asistencia militar y programas de inserción en las sociedades latinoamericanas, tanto a nivel político como comunicacional. La ayuda militar debía ponerse sobre la seguridad interna de cada país y todo gobierno debería estar capacitado para garantizar su propia seguridad adaptando su potencial militar a las modalidades de la "guerra interna". Desde el punto de vista norteamericano, los militares no constituían únicamente una fuerza que garantizaba el mantenimiento del orden frente a la subversión sino que también podían ser estimulados a participar en la transformación económica y social .... Estados Unidos pretendía que a través de los programas de acción cívica los militares latinoamericanos apoyarían las reformas económicas y sociales y no les opondrían un veto político sistemático.


En octubre del año 1962, el gobierno norteamericano denunciaba que la URSS

estaba instalando bases para cohetes nucleares en territorio cubano y proclamaba un bloqueo marítimo de ésta para impedir el ingreso de nuevas armas ofensivas de origen soviético, y a cesar sólo cuando la URSS se comprometiese a desmantelar esas bases. La aceptación del gobierno soviético , no fue bien recibida en Cuba y su efecto no hizo más que de consolidar el régimen revolucionario. EEUU debió comprometerse con no realizar una nueva invasión contra la isla, aunque continuo durante años organizando incursiones de disidentes y otras acciones hostiles en territorio cubano. Pero la hostilidad norteamericana seguía incidiendo negativamente sobre la isla, tanto el bloqueo económico, como la cuarentena diplomática, que en esa misma etapa aisló a Cuba del resto de Latinoamérica limitando las opciones a la dirigencia revolucionaria, y cuyos efectos se reflejaban el pueblo cubano. Pero este forzado aislamiento no impedía a la Cuba gravitar en el continente; para lo que solo necesitaba sobrevivir, ya que su negativa a borrarse del horizonte ante la cólera de la potencia hegemónica no podía dejar de afectar la disciplina panamericana, dando esperanzas a las tendencias contestatarias y revolucionarias.

Cuba actuó de modo indirecto en el teatro continental al cual la administración de Kennedy estaba decidida a vedarle el acceso. A la espera de desencadenar la ambiciosa revolución continental, se ofreció como modelo donde surgieron focos en más de una nación latinoamericana. El influjo cubano se hizo sentir en otros aspectos sobre el continente: la isla rebelde, aislada políticamente de éste, estaba obsesivamente presente en él a través de la imaginación colectiva, y la imagen fuertemente estilizada que ésta acogía, gravitó decididamente en la renovación cultural e ideológica tan intensa en esos años.

Los sesenta fueron tiempos irreverentes, rebeldes; tiempos que proponían lo nuevo, que festejaban el cambio. Tiempos de revoluciones, de compromisos y protagonismos, en los que, desde diversos espacios y prácticas, se impugnaba gran parte de los valores sobre los que durante mucho tiempo se había sostenido la sociedad occidental sin cuestionarlos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario